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lunes, 11 de marzo de 2013

Extraños animales abisales

 

Tetralogía




Extraños animales abisales

 

 

Somos extraños animales abisales.

 

Aquí debajo la presión podría reventar

 

los órganos vitales de cualquier otro ser vivo,

 

pero nosotras estamos adaptadas al abismo

 

y podemos respirar nitrógeno puro.

 

Vivimos en el mismo fondo, hace ya demasiado tiempo.

 

Somos una fauna extraña, desconocida.

 

Victoria, la vieja imperialista dinosáurica mujer reina,

 

dudaba de nuestra existencia,

 

ni siquiera entrabámos en la lista de perversiones.

 

Aunque incomodamos a muchos,

 

a nadie le importamos demasiado.

 

Al fin y al cabo, solo somos peces mujer

 

que andamos con otras peces mujer:

 

peces abisales, con peces abisales.

 

 

 

Ya lo dijo Jeannette en los ochenta:

 

“Las naranjas no son la única fruta”.

 

Somos quienes somos y amamos lo que somos.

 

Pero solo nos llegan migajas y despojos

 

hasta esta, nuestra fosa abisal.

 

Las criaturas del abismo

 

no somos graciosas.

 

No somos políticamente correctas.

 

No presentamos programas de televisión.

 

No somos inofensivas.

 

No somos visibles.

 

Nadamos y nadamos circularmente

 

en las insondables profundidades,

 

vírgenes o monstruos,

 

según vaya el discurso.

 

La imaginería popular

 

nos ha hecho huecas como muñecas rusas,

 

donde todos los tópicos caben,

 

unos dentro de los otros...

 

Soy una pez abisal,

 

no me reivindico.

 

Las peces abisales no nos reivindicamos

 

porque no hay nada que reivindicar.

 

Solo somos.

 

Aun en el abismo respiramos.

 

Pese a la alta presión hidrostática

 

seguimos con vida.

 

Vivir siendo una pez abisal es un milagro.

 

Es suficiente con entender el concepto,

 

entenderlo en la vida cotidiana,

 

y yo, pez abisal entre las peces abisales,

 

Entiendo...

 
 

 






 





















Clasificación de la Fauna Tríbadica Abisopelágica


                                                        Tríbadas Abisopelágicas

eso es lo que somos.

Vivimos y nos movemos en el abismo

donde no llega la luz ni su reflejo,

constituimos una especie antigua, aunque desconocida

para la mayoría dominante.

Aunque, a veces, nos aventuramos fuera

cuando el sol ha caído,

en contadas ocasiones se nos advierte.

Entonces nos movemos, invisibles.

en bancos como los arenques

o en parejas como los peces mariposa.

Algunas de nosotras somos solitarias,

como los celacantos en el índico.

Es posible observarnos, con dispositivos infrarrojos,

en los bares y tugurios destartalados del abismo,

libando licores sin marca en vasos sucios,

detrás de puertas cerradas.

Debido a la oscuridad de nuestras vidas cotidianas

tenemos déficit de calcio.

Somos desconocidas y oscuras criaturas,

nosotras, que existimos sin ser vistas.

Aunque, estas condiciones tan contrarias a la vida,

han contribuido a que desarrollemos

extraños y útiles mecanismos de supervivencia.

 

 


 






 









El motín de los peces silenciados











Las criaturas de las profundidades abisales no tienen nombre.

Los hombres les negaron el verbo y la palabra,

carecen de ellos

como instrumentos de flotación.

No pueden ni deben hablar.

Un plomo invisible las hunde en su condición de subordinadas.

Monstruos extraños, condenadas al silencio,

relegadas a la no existencia,

no pueden escuchar su propia voz,

sus cuerdas vocales mutiladas desde el principio del tiempo.

Están mudas, aisladas, indefensas,

sus vidas en la sima sentenciadas

 por una máxima afilada como arpón de ballenero:

“Lo que no se nombra, no existe”.

Sirenas abisales,

condenadas a no ser,

mudas, sometidas,

aplastadas por un techo de agua

tan pesado y denso

como el mercurio.

Hoy los seres sin voz,se han cansado del silencio,

y es que las corrientes marinas del abismo van cambiando,

porque ellas, animales sabios, las transforman con su esfuerzo.

 Las peces abisales, en el mar profundo,

abren al fin sus bocas antiguas,

hablan, conversan, gritan, cantan.

Descubren el poder de las  palabras.

Sus voces se alzan, amotinadas, hasta alcanzar la superficie.

 

 


 
























 

La ascensión hacia el Piélago

Desde el lecho abisal,

con los pulmones heridos y constreñidos,

como pequeñas uvas resecas.

La embolia gaseosa abriéndose camino,

la sangre llena de nitrógeno tóxico...

Subo, voy subiendo,

emerjo, quiero emerger

a ese mundo extraño,

que aquí debajo llamamos El Piélago.

Donde los barcos navegan, donde el sol llega y calienta

las escamas de los otros peces.

Un mundo de diversidad,

 donde hay naranjas y limones

y peras y manzanas,

platanos y piñas,

guayabas y aguacates.

Estoy harta de la mojama y del sabor rancio

de la salazón abisal.

 

Algunas de nosotras se aventuraron antes,

muy pocas lo consiguieron.

Yo solo soy un pez hembra, antigua y ciega,

luminiscente, que no conoce la luz,

pero la luz va conmigo...

Nado, siempre hacia arriba.

Soy una pez anguila con aspecto de dragón

y de dragón valiente tengo tambien el ánimo.

De mi cola de Idiacanthus Antrostomus,

cuelga un sedal tejido con algas y saliva de las peces araña,

lleva enganchado un largo cable de acero,

que encontramos atado a un viejo batiscafo malogrado,

en el desierto abisal de la Fosa de las Marianas.

La idea es llevarlo hasta el Piélago y engancharlo, fuerte, de algún navio, subrepticiamente.

Soy la avanzadilla de la gran evasión de los peces abisales.

Soy una buena exponente del emergismo.

En algunas ocasiones, esforzándome,

he conseguido llegar hasta 250 metros de la superficie...

 

Si esta vez consigo sacar la cabeza del agua,

aunque me revienten los pulmones,

allí, en el bendito Piélago marino,

otras peces, despúes, vendrán detrás de mí,

me seguirán.

Agarrándose al cable, será más fácil para ellas.

Así, dejaremos de ser fósiles raros

que adornan los anaqueles de los museos de historia natural.

Olvidaremos el abismo, ya no habrá necesidad de él.

Conoceremos el mundo del Piélago

y el mundo del Piélago nos aceptará,

quiero pensar que nos aceptará.

Subo.

Voy subiendo,

Glup, glup...

Mis pobres branquias se están cerrando,

el corazón y la cabeza me estallan.

No pienso en nada más que en llegar al Piélago.

Soy una Pez Dragón, lúcida y decidida.

Nado arriba, siempre hacia arriba,

concentrada en mi importante misión.



















 

 
 
 
 
 
 
 


 
 

1 comentario:

  1. Eso es lo que deberíamos hacer todas las criaturas abisales, subir al piélago de una vez por todas

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